Geopolítica planetaria desde el sur

Mario Enrique La Riva Málaga, Versión 1. 8/02/25

1. Reconocimiento de la interrelación natural e histórica

Oceanía y América, aunque separadas por el vasto océano pacífico, tal separación no debe ser vista como un obstáculo, sino como una oportunidad para construir puentes basados en intereses comunes. La relación puede fundamentarse en los siguientes puntos:

– Intercambio de saberes ancestrales: Tanto en Oceanía como en el Perú existen culturas milenarias con conocimientos profundos sobre la naturaleza, la agricultura, la astronomía y la medicina tradicional. Por ejemplo:

 – En Oceanía, los aborígenes australianos tienen una conexión espiritual con la tierra con prácticas agrícolas adaptadas a climas extremos.

 – En el Perú, las culturas andinas y amazónicas han desarrollado sistemas agrícolas como los andenes y técnicas de manejo del agua que podrían inspirar soluciones contemporáneas

– Comercio sostenible: El comercio puede centrarse en productos que reflejen la identidad cultural de ambos territorios, como textiles, alimentos orgánicos, arte y tecnología limpia. Esto fortalecería economías locales y promovería la autosuficiencia.

– Alianzas estratégicas: Crear foros regionales o encuentros bilaterales donde se discutan temas como cambio climático, conservación de ecosistemas marinos y cooperación en saberes y técnicas de origen ancestral.

2. Pueblos originarios como protagonistas geopolíticos

El reconocimiento de los pueblos originarios es fundamental para construir una geopolítica no alineada que priorice la justicia social y ambiental. Algunas acciones específicas podrían incluir:

– Diplomacia originaria: Fomentar encuentros entre líderes de comunidades originarias de Oceanía (aborígenes australianos, maoríes de Nueva Zelanda) y del Perú (quechuas, aimaras, shipibos, etc.). Estos diálogos pueden centrarse en temas como derechos humanos, conservación de recursos naturales y preservación de lenguas y tradiciones.

– Educación intercultural: Promover programas educativos que enseñen sobre las culturas originarias de ambos continentes. Esto podría incluir intercambios estudiantiles, cátedras conjuntas en universidades y publicaciones académicas sobre patrimonio cultural.

– Políticas públicas inclusivas: El Perú podría liderar iniciativas internacionales que promuevan la participación de los pueblos originarios en decisiones políticas y económicas. Por ejemplo, impulsar «Cumbres Internacionales de Pueblos Originarios» con sede rotativa entre países comprometidos.

3. Australia como puente cultural y estratégico

Australia, siendo el país más grande de Oceanía y hogar de una de las poblaciones humanas más antiguas del mundo (los aborígenes), ofrece un terreno fértil para profundizar la relación con el Perú. Aquí algunas estrategias:

– Diálogo cultural prioritario: El Perú podría establecer programas culturales específicos con comunidades aborígenes, tanto maoríes como australianas. Por ejemplo, organizar exposiciones itinerantes que muestren arte rupestre peruano junto a pinturas aborígenes.

– Investigación colaborativa: Financiar proyectos conjuntos de investigación científica y arqueológica que exploren paralelismos entre las culturas precolombinas peruanas y las aborígenes australianas. Temas como la adaptación al clima, la astronomía ancestral y las prácticas agrícolas podrían ser áreas de interés común.

– Turismo cultural responsable: Desarrollar rutas turísticas que conecten sitios patrimoniales de ambos países, como Machu Picchu (Perú) y Uluru (Australia). Esto no solo generaría ingresos, sino que también promovería el respeto por las culturas locales.

4. Nueva Zelanda (Aotearoa) como modelo de equilibrio cultural**

Nueva Zelanda destaca por su integración exitosa de la cultura maorí en su sistema político, económico y educativo. El Perú podría aprender de este modelo para fortalecer sus propias políticas hacia los pueblos originarios:

– Reconocimiento constitucional: Inspirarse en el Tratado de Waitangi (1840), que reconoce los derechos de los maoríes en Nueva Zelanda, para avanzar en reformas constitucionales que garanticen mayor representación y autonomía a los pueblos originarios en el Perú.

– Empoderamiento económico: Apoyar iniciativas empresariales lideradas por comunidades indígenas, tanto en Nueva Zelanda como en el Perú. Esto podría incluir cooperativas agrícolas, turismo étnico y artesanías.

– Deportes y cultura juvenil: Fomentar el intercambio deportivo y cultural entre jóvenes de ambos países, utilizando disciplinas como el rugby (popular en Oceanía) o deportes tradicionales peruanos como el «tinku».

5. Principios rectores de la geopolítica no alineada

Para garantizar que esta relación sea verdaderamente no alineada y beneficiosa para todas las partes involucradas, es importante adoptar ciertos principios:

Respeto mutuo: Reconocer las diferencias culturales, políticas y económicas sin imponer agendas externas.

– Sostenibilidad ambiental: Priorizar proyectos que protejan los ecosistemas y promuevan un desarrollo equilibrado.

– Autonomía regional: Evitar depender de potencias globales y buscar soluciones locales a problemas globales.

– Solidaridad sur-sur: Fortalecer vínculos entre países del hemisferio sur para contrarrestar desigualdades históricas.

Conclusión

La construcción de una geopolítica no alineada entre el Perú, Oceanía y Zelanda (Aotearoa) tiene el potencial de transformar las relaciones internacionales al centrarse en la cooperación cultural, el respeto a los pueblos originarios y el desarrollo sostenible. Al priorizar estos valores, el Perú puede posicionarse como un líder regional en la promoción de un nuevo paradigma global basado en la solidaridad y el entendimiento mutuo.

Respuesta final:   Fomentar una geopolítica no alineada basada en la interrelación cultural, el protagonismo de los pueblos originarios, fomentando un comercio equitativo dentro del paradigma, “ganar ganar”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *