FLOTA NUCLEAR PARA DESTRUIR UNA LANCHA

¿Guerra o tragicomedia? Washington hace el ridiculo desplegando poderosa flota naval. Lo que se exhibe no es supremacía, sino cobardía. Y lo que logra no es respeto, sino risa

Jorge Perazzo

El despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe y Venezuela, con portaaviones, buques con carga nuclear y cohetes de precisión, ¿Para qué? ¿Para enfrentar a una potencia militar en ascenso? No. para «combatir» una lancha fantasma (cuyo ataque ni siquiera dejó restos verificables). Esta accion, de ser cierta como la proclama Trump a todo viento, es comparable a usar un cañón para matar una hormiga o incendiar un bosque para atrapar un ratón.

Lo que vemos es un ejercicio de arrogancia convertido en teatro del absurdo. El mayor logro de esta flota, después de gastar millones de dólares y más de una semana en alta mar, es atacar lo que parece ser una “lanchita fantasma”, sin restos, sin imágenes claras, sin verificación. Es decir, un “triunfo” tan vacío que raya en lo patético.

Es una farsa militar que solo demuestra dos cosas: cobardía estratégica y desesperación por fingir relevancia.

La desproporción ridicula convertida en caricatura

La acción recuerda a usar: Un misil intercontinental para aplastar una mosca escondida en una ventana. Incendiar un bosque entero porque apareció un felino agresivo en el monte. Desinfectar todo un barrio con napalm porque alguien estornudó con gripe. Construir una muralla de concreto de 10 metros para impedir que pase una hormiga.

Ese es el nivel de ridiculez: un poderío militar desplegado para una amenaza inexistente o, peor aún, inventada.

Usar un misil Tomahawk (costo: $1.5 millones) para hundir una lancha de pesca, cuando con una bala de rifle bastaría. Trump presume de «neutralizar una amenaza», pero ni siquiera hay fotos nítidas del blanco. ¿Acaso los radares de última generación de sus barcos son ciegos como murciélago en mediodía?

Una historia repetida

No es la primera vez que Washington actúa así. Recordemos Hiroshima y Nagasaki: dos bombas atómicas contra un Japón ya derrotado. Mismo patrón: exagerar una «victoria» para justificar una masacre innecesaria. Ahora, ¿necesitan misiles nucleares para una lancha que ni siquiera hundieron?

En 2024, EE.UU. envió dos portaaviones al Mar Rojo para «contener a los hutíes» en Yemen. Resultado: retirada en 48 horas tras un par de cohetes caseros. Costo de la operación: $90 millones. Logro: Cero.

Ahora repiten el guion en el Caribe: portaaviones como el USS George Washington (con 90 aviones) para «vigilar» rutas del Atlántico, cuando el 90% de la cocaína sale por el Pacífico (según la DEA y la ONU). ¿Vigilancia o circo flotante?

La verdad detrás del ridículo: «Guerra contra las drogas»: Falso.

El 80% de la cocaína llega a EE.UU. por el Pacífico (Colombia-Ecuador-México). El despliegue en el Caribe es un pretexto para amenazar a Venezuela y mostrar músculo ante China/Rusia en la región.

El pretexto oficial es el “combate al narcotráfico”. Sin embargo, todos los estudios académicos, informes de la ONU e investigaciones serias coinciden en que el tráfico hacia EE.UU. no se mueve por el Atlántico ni por el Caribe venezolano, sino por el Pacífico. Washington lo sabe, sus propios informes lo confirman, pero prefiere fabricar un escenario ridículo antes que aceptar la realidad: el problema de la droga nace en la insaciable demanda interna de Estados Unidos.

El teatro político interno

Trump y su séquito no buscan seguridad regional ni justicia internacional; buscan votos, espectáculo y un enemigo inventado para distraer a su ciudadanía. Lo que hacen no es “mostrar fuerza”:
«Lucha contra el terrorismo»: ¿Qué terrorismo? ¿El de una lancha sin tripulaçion? O el terrorismo de Estado que ejecuta a sospechosos sin juicio, como en el ataque a Qasem Soleimani (2020) o en el asesinato de Osama bin Laden (sin pruebas públicas).

EE.UU. actúa como el bully de la escuela que, al ver que ya no intimida, rompe su propia casa para fingir poder. Su flota en el Caribe no es una «demostración de fuerza», sino una caricatura de la decadencia imperial:
Gastar $50 millones diarios en una misión inútil.
Inventar amenazas para justificar invasiones (como en Irak con las «armas de destrucción masiva»).
Convertir a Venezuela en chivo expiatorio mientras ignora que el 95% de los consumidores de drogas están en EE.UU.

Al final, lo que se exhibe no es supremacía, sino cobardía. Y lo que logra no es respeto, sino risa.

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